Miles de dulces y yo en la calle[Elizabeth]

-Hmmmm... Hmmm... Muévete...- Dije casi en un susurro.
La pequeña bolita que resultó ser un ecarbato que salió corriendo a toda prisa cuando lo toqué con el índice, me quedé allí, en cuclillas, haciendo formas invisibles con el dedo en el suelo, no sabía muy bien por que estaba en la calle, si tenía el bolsillo repleto de monedas y una tienda de dulces justo tras de mi, si había algo que me gustaba era el chocolate blanco, y sabía que habían miles y miles de cantidades de chocolates blanco con formas y sabores diferentes, pero no quise moverme, estaba como muy concentrado en hacer formas en el suelo, formas que solo existían en mi cabeza, por que era imposible dibujar en la piedra, sin embargo, no cesé mi diversión, incluso lo acompañé de un tarareo simple y repetitivo.

Sentí un leve golpe y perdí el equilibro, cayendo al suelo, no me hice daño, pero no me gustaba que la gente no mirase por donde iba, me levanté con su ayuda y la miré detenidamente, cabellos castaño oscuro, ojos verdes y tez algo pálida, no la conocía por la descripción física, por lo que no era de Ravenclaw, no la habría visto nunca, seguramente.

- ¿A donde te dirigías con tanta prisa?- Pregunté sacudiéndome el polvo de la túnica raída, me gustaba llevar así, rota y desgastada.- Espero que tu respuesta no sea que ibas directa a por mi, aun que me sentiría halagado.

Reí por mis propias palabras y enseguida me di cuenta de que estaba frente a Honeydukes, seguramente iría a por dulces como todos los alumnos de Hogwarts.

Fruncí el ceño, la pregunta no era que por qué estaba allí, una pregunta más correcta habría sido que por qué no estaba en otro lugar.

- No jugaba con tierra, solo pasaba el rato, es un día tremendamente aburrido, ¿Sabes? Aun que si me sugieres pasar el rato con otra cosa me lo pensaré.- Dije casi de forma desganada, estaba un poco sorprendido de que la gente entrase y saliese de la tienda, aun que mentiría si decía que no me gustaba el aroma de dentro, pero... No tenía ganas de comer nada, y menos dulces, solo los comía de vez en cuando, y si me apetecían de verdad. Había acabado en esa tienda por casualidad, igual que podría haber acabado en la puerta de Azkaban si hubiese un puente que llevase hasta allí.

- ¿Cómo es que un simple y poco orgulloso Ravenclaw recibe tanta amabilidad de una Slytherin? No es la primera vez que me relaciono con los de tu casa, pero se me hac extraño que hayan tantos así...- Dije al fijarme en su casa.

Reí divertido por su forma de contestarme, muy propia de un Slytherin, cortante y orgullosa. Entré tras ella, habían muchos dulces e infinidad de ellos eran de los que hacían la boca agua, literalmente. Sin duda alguna, algunos de esos estarían deliciosos, pero no me apetecía mucho probarlos, aun que... No, mejor no comprar otra enorme bolsa, ya lo hice en el tercer curso y acabé en la enfermería viviendo a base de caldos de verdura.

- ¿Cuanto tiempo llevas en Hogwarts?- Pregunté despreocupadamente mirando la diversidad de dulces.

No me importaba que me hubiese tratado así, estaba acostumbrado por el Japón mágico, donde habían barrios muy... Toscos. Me fijé casi sin darme cuenta en las ranas de chocolate... Nunca las había probado, no me hacía mucha ilusión comerme una rana ¿Y si no sabía a chocolate?

- ¿Por qué crees que a todos les gustan tanto las ranas de chocolate?- Pregunté a Elizabeth.

Si estaba desde hacía cuatro años debía ser como mínimo de cuarto curso, aun que también podría haber llegado en primero de otro colegio, por su cara sabía de sobra que no llegaba a los 16. Reí divertido por su explicación, si realmente era chocolate lo compraría algún día, por el momento no tenía muchas ganas de comer dulces.

- Tampoco hacía falta una explicación tan cortante, con un simple: Son geniales o están deliciosas por que saben a chocolate, me valía.- Dije frunciendo un poco el ceño.

No sabía por qué se había puesto así, aun que quizás era una de esas chicas que se enfadaban por cualquier tontería, o que estuviera en uno de esos días de las chicas... ¡Qué complicadas, Merlín!

- ¿Eres de las que se pican fácilmente?- Dije distraído como si nada.

Vi un cartel que decía: Meigas fritas... Te hacen elevarte del suelo durante unos segundos. No estaba seguro de que estuviesen precisamente buenas, vi un barril en el que había puntos de colores, en el letrero ponía que eran grajeas de colores, cada una de un sabor. No sabía por qué, pero se me hacían apetecibles, sin embargo no quería comprar nada aun. Me giré para ver lo que me decía, tenía en mano una pequeña píldora, y me miraba desafiante.

- ¿Qué clase de reto?- Pregunté alzando una ceja.

Miré tras ella, justo allí había un estando con un letrero que decía: Píldoras ácidas... Tampoco serían tan ácidas... Pero no quería arriesgarme a probarlas, el azúcar hacía mucho en mi.

La miré con algo de desgana por su desafío, no me apetecía quemarme la lengua o la garganta.

- ¿Cuanto pican exactamente esas píldoras ácidas?- Pregunté alzando una ceja. No quería exponerme a algo que pudiera provocarme un agudo dolor, o cicatrices en la lengua. La verdad, no era muy competitivo, y me costaba aceptar retos como ese, sin embargo, en el esa ocasión atrapé la píldora en el aire mientras la tiraba hacia arriba. La metí en mi boca y pronto empecé a notar como quemaba en mis fauces, era como si dejasen caer cera líquida en la lengua, escocía pero era dulce al mismo tiempo.