Guisantes que vuelan{Libre}

Llevaba un rato en el gran comedor, aunque sin centrarme demasiado en el desayuno. La verdad es que no tenía demasiado apetito, pero tenía demasiada pereza como para dirigirme de nuevo a mi sala común. A pesar de eso, estaba perfectamente arreglado y con el escudo de mi casa luciendo orgullosamente en mi pecho. Le di varias vueltas a la cucharilla del café, procurando que el azucar se disolviese lo antes posible, cuando de pronto noté que algo aterrizaba cerca de mi. Miré con interés el objeto en concreto, y no pude menos que esbozar una sonrisilla; ¿un guisante?

Levanté la vista hasta la mesa de enfrente, la de Ravenclaw. En ella pude observar como dos chicos se divertían jugando con la comida. Con una nueva risa, apoyé mi cabeza en una mano, elevando la varita con la otra y dando una suave sacudida. Al momento un trozo de pan salió volando en dirección a ellos, aterrizando frente a su plato. Rodé los ojos, mirándoles. Al menos así no em aburriría.

Un nuevo guisante me dio de lleno en la frente, y aunque me sorprendí, no pude menos que reírme lárgamente y con una sonora carcajada mientras me frotaba el lugar del impacto. Aún así, vi que algún profesor había fijado la vista en nuestras mesas, por lo que no tenía sentido continuar con aquello, pudiendo hacer las cosas de un modo mucho más rápido. Con un suave movimiento me levanté de mi asiento, dirigiéndome a la otra mesa mientras colocaba algunos mechones de mi melena tras mis orejas. Cuando llegué a la altura deseada, me dejé caer junto en el asiento de delante de ambos chicos, apoyando la cabeza sobre la mesa, con lo que el pelo volvió a caerme sobre la cara. Les miré desde esta posición, casi riéndome de sus expresiones sorprendidas-me aburro-dije simplemente, haciéndoles partícipes de mis sensaciones en ese momento-Soy Caín Lancaster-me presenté con parsimonia, como si llevase demasiado tiempo diciendo ese nombre.

-un placer-les dije a ambos con una amplia sonrisa, grabándome los nombres con la intención de que no se me olvidasen, al menos en un corto periodo de tiempo. Escuché con interés creciente las palabras del que dijo llamarse Kisuke, que consiguió hacerme levantar la cabeza de la mesa con la simple imagen de Filch y el sauce boxeador-conozco bien ese hueco-respondí riendo solo de pensarlo- la verdad es que yo no he tenido oportunidad de hacer nada como eso-confesé con un mohín divertido-aunque puedo decir que soy un experto en las variedades de la sala de los menesteres-bromeé medio enserio, pues había pasado mucho tiempo de mis años escolares en ese lugar. Me incorporé algo más, dejando la mitad de mi cuerpo sobre mi mesa para acercarme a ellos como si quisiese contarles un secreto-la verdad, creo que solo hay una "actividad de adultos" que no deba realizarse de niño-dije riendo ante sus anteriores palabras-pero no hay ninguna actividad infantil para la que uno sea demasiado mayor-agregué.

-idem a lo de adivinación-comenté riendo, pensando en todas las horas que había pasado en era terrible clase de la torre, con su aire viciado y su calor insufrible intentando vislumbrar aunque sea el esbozo de una forma en la maldita bola de cristal-es un arte que no me desagrada, pero para el cual no tengo ningún tipo de facultad-confesé entre risas, rememorando estas escenas, junto con las reprimendas de la profesora. Escuché al que estaba estudiando para profesor, y me llamo la atención que no conociese de la existencia de la sala de los menesteres-también la llaman la sala que viene y va-expliqué con aire soñador-en cuanto entres en ella, verás que es una de las auténticas maravillas mágicas que tiene este colegio-agregué. De pronto recordé algo importante; la sala no aparecía ante nadie que no la necesitase de verdad, y en ese momento estaba claro que no teníamos un objetivo concreto. Me quedé mirando a los dos chicos de nuevo de forma pensativa, apartándome el pelo de la cara pos enésima vez-Tenemos que decidir que estamos buscando, para que la sala aparezca-les dije-¿alguna petición en especial?-agregué riendo.

-hmmm, bueno, supongo que si echas un vistazo a lo que hacemos, te será más fácil encontrarla a la próxima-me quedé pensando unos segundos en aquella sala-aunque no siempre aparece; tiene unas características bastante especiales-agregué con un fingido suspiro cansado. En realidad me encantaba aquella situación precisamente porque la sala de los menesteres era prácticamente mi lugar preferido de todo Hogwarts; para mi siempre había supuesto un verdadero reto en encontrarla una vez desaparecida, consiguiendo hacerla creer que mis necesidades eras realmente imperiosas. Pero la sala no había sido creada por ningún aficionado, y se necesitaban largos periodos de práctica para todo ello.

Volví a fijar mi vista en Kisuke y sonreí con diversión-¿que te parece si simplemente le damos a entender a la sala lo aburridos que estamos?-propuse ladeando la cabeza y encogiéndome un poco de hombros-ahora mismo tenemos una imperiosa necesidad de divertirnos-expliqué pensativo, quizá no era una idea tan mala al fin y al cabo, aunque no pude evitar reírme un poco ante el curso de mis pensamientos-aunque todo dependerá de lo que entienda nuestra amiga que viene y va por "diversión", porque podemos encontrarnos con cualquier cosa.

Me levanté a la vez que el otro chico, sin pasar por alto su nuevo cambio de apariencia, que me sorprendió ligeramente pues, aunque con su nombre ya se traslucía unas ciertas raíces asiáticas, no pensé que también su apariencia tuviese también estas características. Aún con todo ello, no le sentaba mal el cambio, se notaba que era más natural. Caminé con paso seguro junto a ellos hasta llegar a la gran escalinata, donde comenzamos a subir sin demasiada prisa, dejando que la gran escalera se moviese de un lado a otro hasta que pudimos bajarnos en el séptimo piso. Una vez allí me adelanté a los demás, echando un vistazo a ambos lados para asegurarme de que no había moros en la costa. Realmente me extrañaría que hubiese alguien, pues en un día así, y a aquellas horas, lo normal era que aquél pasillo estuviese vacío, pero nunca debíamos pasar por alto la posibilidad de que hubiese algún profesor patrullando o algún alumno de Gryffindor despistado para entrar en su sala común, que también se encontraba en aquél piso. Cuando todo pareció en calma, echamos a andar por el corredor hasta detenernos ante el tapiz de Barnabás el Chiflado, ante el cual sonreí con suficiencia antes de girarme hacia Kisuke.

-¿Preparado para que se acabe nuestro aburrimiento?-pregunté riendo, intuyendo que él sabía que para entrar en la sala de los menesteres debíamos pasar tres veces ante aquél tapiz pensando con auténtico ímpetu en aquello que deseábamos encontrar dentro de ella. Bien, ya podíamos empezar con la magia.