Subiendo a la terraza... En garde! {Sophie}

Por fin! Habían pasado como semanas desde que no me permitieron tocar la espada Wishe, casi había echado de menos su brillo azul que recorría el filo. Dejé al casi adulto Rayth en mi cuarto, dormitando sobre mi cama, cerré la puerta con un hechizo simple hasta mi vuelta y escondí la espada en la túnica, miré bien antes de bajar la escalera. Tras haber descendido cientos de escalones, me dirigí de nuevo a otra torre, una que daba a la terraza de Hogwarts, nadie subía nunca, puesto que no era un lugar muy cómodo para pasar el día, pero tenía cierta tendencia por saltarme las normas, y entrar a sitios donde no se permitía la entrada... Y realmente, sabía que ya estaba poniendo en peligro mi estancia en Hogwarts, dado que las clases habían comenzado, era una suerte haber recibido la espada poco después de haber vuelto a la escuela.
Corrí por los pasillos a la luz de la tarde, no había mucha gente, y seguramente ese estúpido de Flitch estaría barriendo suelos limpios. Sonreí divertido y me dirigí hacia las escaleras que me llevarían a mi nueva zona de entrenamiento, hacía mucho que no había practicado con la espada, y estaba ardiendo en deseos de empezar con las nuevas técnicas. Un golpe me sacó de mis pensamientos, agité la cabeza de un lado a otro y me di cuenta de que había chocado con alguien. Tendí mi mano para ayudar a la chica a subir, antes de darme cuenta de que la conocía.
- Buenas tardes, Soph.- Dije inclinándome un poco, con una sonrisa dentada.- Siento el golpe- Me disculpé con una sonrisa torcida, aspirando luego su aroma- ¿Dónde te habías metido en todo este tiempo?

Las clases ya habían empezado hacía unos días y el colegio había vuelto a la normalidad. Los jardines se habían inundado de alumnos, de algunas de las aulas salían los típicos bullicios de siempre y el Gran Comedor estaba de nuevo con sus cuatro mesas, una para cada casa. Ahora mismo estaba en una hora libre, por lo que había decidido ir a dar un paseo por ahi. Como las clases acababan de comenzar no tenía tareas, o por lo menos no tantas. Primero di unas vueltas por los jardines, el sol pegaba bastante fuerte y no había ni una pizca de viento que contrarrestara su efecto. Al final volví a entrar y comenzé a vagar por los pasillos sin rumbo alguno, cantando en voz baja una de las tantas canciones que acudieron a mi mente.

De pronto sentí como chocaba violentamente contra alguien. Esa persona me agarró justo antes de que golpeara contra el suelo y me ayudo a recuperar el equilibrio. Volví mi mirada y descubrí el rostro de alguien que ya conocía, una sonrisa se extendió por mis labios.
- Hola Dave. Oh, no te preocupes - le dije quitándole importancia, después de todo yo tampoco lo había visto venir - Yo siempre me quede aqui, fuiste tú el que desapareció - agregué mirándolo divertidamente, era cierto que no nos habíamos encontrado nunca más.