Caminando en la oscuridad [Aleks]

Genial... simplemente tranquilo. La ronda nocturna era uno de los paseos que más me gustaban, cómo iba a tomarlo como un trabajo?
Afortunadamente, no me había encontrado con ningún alumno fuera de su dormitorio a esas horas en todas las pocas noches que llevaba en el castillo; que no era ni mucho menos más de dos semanas y no contaba que esta vez fuera a ser diferente. Mis pies ya recordaban cada baldosa que pisaba como si fuera reconocible por su textura única. Cómo iba a olvidar cada pequeño detalle que tenía? Incluso en la oscuridad sabía guiarme, y la verdad, no tenía intención de oír los quejidos de los cuadros, molestos por la luz de la varita que se suponía que debía utilizar. Me reí al imaginarme asustando a algún alumno que planeara escaparse, pero sabia que en el fondo la primera en reaccionar sería yo. Hice una mueca.
Dos pasillos a la izquierda a partir del pasillo de cinco metros. Rocé la pared, encontrando la grieta en la esquina que daba al primer pasadizo izquierdo. Esta vez serían diez metros y las ventanas me darían algo de luminosidad.
Me detuve en una de las ventanas coloreadas y respiré hondo. Aquel paseo nocturno era un impás de calma que nunca venía mal...y que me recordaba que ese sitio era muy diferente a mí. Muy diferente de lo que estaba acostumbrada.
Apoyé la frente en el frío vidrio y cerré los ojos cuando ya me hube sentado en el borde del marco.
Ya debían de ser la una de la mañana, mi turno habría acabado a las doce, pero ser prefecta tenía sus ventajas para seguir merodeando cuando no tenía sueño. Habían demasiados problemas que azotaban mi mente cada dos por tres; a pesar de querer conocer a más personas, de querer integrarme, de querer ser una más... era obvio que mi incorporación a Hogwarts, tan tardía, no podía ser tan fácil como habría querido, quitando todo lo demás que arrastraba desde antes de entrar.
Basta.
Dejé la mente en blanco y abrí los ojos, mirando el agua que se derramaba exteriormente de color en color por los cristales. Estaba lloviendo.
Creo que podría dormir aquí y todo, pensé curvando apenas los labios mientras subía las piernas al resto del borde de la ventana ojival. Me abracé y recosté la cabeza, grabando las gradaciones de color según la incidencia de luz lunar sobre el vitro y el sonido de la lluvia.
Seguramente no tardaría en desencadenarse una tormenta.

Curioso que la una de la mañana sea tan oscura como las diez de la noche, ese fue su primer pensamiento cuando miro por las ventanas.
Aun cuando le advirtieron de los prefectos que caminaban por los pasillos a media noche nunca pensó que realmente hubiera alumnos vagando en la oscuridad de la noche, por lo que al ver a una chica avanzando en la oscuridad absoluta por los pasillos que se acostumbro a merodear la empezó a seguir con una curiosidad poco común en él.
Al principio, pensé que seria otra típica inglesa que escapaba de la seguridad de su cama en busca de aventuras que aceleraran su corazón y ello le hiso sonreír sardónicamente. Pronto descubrió que ella no estaba atemorizada por las consecuencias si la descubrían y cuando se sentó en los muros de la ventana supo que nadie que huyera se sentaría allí, abrazándose a si misma suavemente.
Retrocedió un paso y su rostro escondido por la oscuridad reflejo la duda que sintió por unos momentos. Algo debió pensar en ese momento pues con una sonrisa mordaz avanzo hacia la luz, no vio la necesidad de hacer ruido para que supiera que estaba allí, en cambio la observo mientras se apoyaba en la pared de piedra con las manos en los bolsillos.
Comento: “Un castigo suena una idea interesante.” Después de captar su atención, la observo de arriba abajo evaluándola de una forma que sabia ponía incomoda a la mayoría de las personas, cuando volvió la mirada a sus ojos, sonrió antes de decir: “Es una pena que seas tan chiquita si no lo fueras serias mi chica ideal.”

Algo me sacó de mi letargo, una voz. Una voz grave... un alumno? No se suponia que estaban durmiendo?
Idiota, para eso estás ahí, despierta.
Abrí los ojos y miré en dirección al alumno sin moverme, pero no parecía estar haciendo nada raro. Era un chico de pelo oscuro y ojos claros, se apoyaba contra el muro con tranquilidad aparente.
Tuve que volver a reproducir sus palabras en mi mente para poder contestar y despejarme un poco.
- Un castigo?... - dije deshubicada. - Un castigo.. ah, si. - apreté los ojos, dando unos golpes suaves con mi mano en mi cabeza y luego lo miré por segunda vez, alzando una ceja, sin saber si reir o quedarme desconcertada. Un momento! Me habia llamado "chiquita"...
- O-oye! tengo 16, no soy pequeña! - contesté al instante de caer en mi complejo. - De.. todos modos, no encuentro lógico lo que me dices, claro que no soy tu chica ideal, ni me conoces como para pensar algo asi - respondí recordando la segunda frase.
Posé mis pies descalzos en el suelo sin quitar la vista del alumno, reprimiendo la irritacion ante la visión de mi misma como una niña. Ese chico no tendría más que un año o dos que yo.
- Puedo saber qué haces a estas horas en los pasillos? Está prohibido salir de las habitaciones por la noche.