Leyendo (Yveline)

Sostenia el libro con una mano mientras leia lentamente, sin prisa. Apoyado en un arbol con sus piernas largas estiradas en el cesped y su pulcro uniforme ensuciandose por la tierra de los jardines. En su cuerpo no se veia ninguna tension o fastidio, en cambio, sus ojos se movian por las letras del libro serenamente.

La luz del sol del medio dia iluminaba su rostro, pero èl no parecia molesto por ello, en cambio, periodicamente, alsaba el rostro hacia el sol entrecerrando los ojos al verlo de frente y nacia en sus labios una sonrisa tan genuina que muchas personas envidiarian al sol pues no diriia una adoracion igual a ningun otro.

El joven tenia la impresion que no existia nada mejor que pasar un tiempo leyendo un buen libre en medio del verdor, nada mejor que apoyar su cabeza en la dureza de un àrbo. Ninguna persona antes logro esa tranquilidad que el sentia al aire libre, se decia que su personalidad era solitaria y por ello, cuando se encontraba con otras personas era mucho mas cautivante su sonrisa
y sus palabras mas sagaces.

El sol a estas horas estaba en lo más alto del cielo. La luz que emitía era abrasadora a mi parecer. No recordaba ningún día que estuviera más caluroso. Que buena idea había sido salir hoy, me reprendí en mi mente y solté un suspiro. Hubiese sido mejor quedarme en la Sala Común o en algún otro lugar fresco, pero como iba a saber que el día no estaba a mi gusto. Lo único bueno de esto es que no traía la túnica oscura.

Seguí caminando sin rumbo por los extensos jardines a la vez que pasaba mi vista por todos los alumnos, para ver si había algo mal. Tenía que cumplir con mi puesto de prefecta. Hoy al parecer no había ningún chico causando problemas, en otras palabras el día era uno de los más aburridos en este colegio.

Frustrada me senté en una de las pocas bancas que tenías sombra y con mis manos posadas en la banca a un lado de mi cuerpo, eché mi cabeza hacía atrás para relajarme un poco.

Su mirada se lleno de desinterés al vagar sus ojos por los típicos alumnos de Hogwarts, fugazmente observo a una adorable rubia que daba la impresión de estar cansada o aburrida. Gallardamente se levanto del piso, observo su uniforme algo descuidado y sucio por la tierra pero ello en vez de molestarlo le arranco una sonrisa, con una mano despeino su cabello negro de forma tan megalómana que supo que la civilización estaba afectando su buen juicio.
Se acerco a la beldad diagonalmente y cuando estuvo a su costado tapándole el sol, exclamo: “¡Ay, infeliz de la que nace hermosa!” Cuando llamó su atención, su sonrisa se volvió mordaz, bien sabia que una chica como ella debía tener miles de tontos tras ella admirando cada característica y enalteciéndola con cada palabra.
Siguió de largo hacia el castillo, pero después de unos pasos se detuvo y volteo a observarla… su mirada recorrió su cuerpo y luego examino sus ojos fijamente. Agrego: “José de Espronceda, poeta, con ella advierte de los infortunios que pueden traer la belleza”
Con la varita volvió pequeño el libro, introdujo sus manos en sus bolsillos y mantuvo una posición que le permitía irse si la conversación resultaba aburrida.