Con uno es suficiente, paro no es para mi {Ignatius, Alyss}

Al parecer, mi tío había enviado bonos de descuento para publicitar la tienda, y algunos compañeros de casa me dijeron que si podía darles una indicación, accedí a hacerlo, pero acompañándolos también, tenía que ver a mi tío y hablar con él del viaje a Japón, por si lo había hablado ya con mis padres, y si allí todo estaba en orden, aparecerse en un lugar tan lejano no era coser y cantar, aun que para mi coser y cantar era difícil.
Esperé en la puerta de la sala común a que llegaran ambos, uno de ellos era Ignatius Middleton, un chico que también estuvo en la fiesta de disfraces, pero aun no lo conocía muy bien. Solo faltaba por llegar Alyss.

Una vez estuvimos los tres salimos por la puerta con el águila en la otra parte, dejando la sala común de Ravenclaw, llevaba una mochila pequeña cruzada, dentro llevaba a mi pequeño compañero secreto, no me había separado de él en ningún momento, ese huevo sería mi salvación de la soledad en Japón, el bolso estaba acolchado por dentro, por lo que no había problema en llevarlo, además el cascarón era muy resistente, aun que no tanto como para que el grifo no pudiera salir.

- ¿Sabéis ya que compraréis?- Pregunté una vez llegamos al Callejón Diagon.- Por cierto, espero que no hayáis olvidado los bonos de descuento, la mitad del dinero puede ser mucho.

Bueno, hoy me dirigía al Callejón Diagon. No solía ir allí, solo a principio de curso para comprar libros, o para comprar ropas y ya está. Pero recibí un bono de descuento del 50% para la tienda de animales, y esa oportunidad no se te solía presentar. Quería ir antes de que el bono expirara, y siempre había querido tener una mascota. Un animal siempre podría ayudarte a animarte o a no aburrirte en los constantes días monótonos de la temporada escolar. Y siempre era divertido ocuparte de ellos.

Para ir, había quedado con el que tenía entendido que era el sobrino del dueño de la tienda, Kisuke Urahara. Lo había visto muchas veces, pero no era más que un mero conocido para mí. Y también con una chica, Alyss Keygen. Todos eramos Ravenclaws. Quedamos en la sala común. Llevé conmigo el bono descuento, mi cartera y una bolsa colgada de la espalda.

Salimos de Hogwarts en dirección al Callejón Diagon. Ya allí, Kisuke me preguntó que animal quería. La verdad es que no lo tenía claro.

-Pues la verdad es que no. Tenía pensado mirar que animal elegir al llegar-le dije-Pero tampoco quiero nada extraordinario. Sí, he traído el bono-le dije, sacándolo y enseñándoselo, para luego volvérmelo a guardar.

Supe de que Kisuke tenía un tío que poseía una tienda de animales y me emocioné cuando adquirí un vale de descuento en esa misma tienda. Kisuke había quedado en guiarnos a mi y a otro estudiante de nuesta misma casa. Era sábado por la mañana asi que pasé de ponerme el uniforme y me apresuré a vestirme con rapidez, agarrando la primera falda a cuadros color roja y una camiseta negra algo larga, conjuntada con las medias hasta las rodillas (como siempre). Calcé mis zapatos, saqué mis cabellos de dentro de la camiseta al ponérmela y di un beso a Argot antes de salir.
- Hasta luego, pequeño - cerré la puerta y bajé con rapidez por las escaleras, deteniéndome en la Sala Común al ver a los dos chicos. El desconocido se llamaría Ignatius Middleton, según lo que me había contado Kisuke.
Saludé a ambos y poco después ya estábamos en las calles comerciales del Callejón Diagón.
Balanceé mi maleta de cuero que prendía de mi mano derecha mientras caminaba junto a los chicos y me fijé en los carteles que iban pasando por nuestro camino.
- Yo... no sé si estará lo que deseo, pero al menos preguntaré - sonreí. Un dragón... no podría tenerlo fácilmente, sabia que debía cuidar de él, tener licencia y que estaba prohibido en la escuela, pero mi pasión por esos animales era desbordante. Siempre había deseado compartir mi vida junto a una criatura tan hermosa como esa y con la que tanto me identificaba.
Esquivé a una señora que venía corriendo tras una gallina naranja cuando vislumbré un cartel de madera sujeto a un soporte de hierro forjado con un símbolo en forma de grifo medieval junto al título: "Tienda de Animales Mágicos..." No pude leer lo último, estaba medio borroso.

Estaba terminando unos últimos pedidos cuando vi a tres jóvenes entrar en la tienda, uno de ellos, pálido, rasgos asiáticos y cabello oscuro, era mi sobrino; otro era un joven de la misma estatura que Kisuke, aproximadamente; y su tercer acompañante era una chica, que no llevaba el uniforma, al igual que los otros dos. Me fijé en que Kisuke llevaba la bolsa colgada del hombro, seguramente llevaba ahí el huevo qe adquirió apenas hacía una semana.

- Bienvenidos, ¿Qué desean?- Pregunté apoyando las palmas de las manos en el mostrador.

Al parecer ninguno de los dos tenía muy claro que pediría al llegar, me hizo reír levemente, eran todo lo contrario a mi, que prácticamente, le habría gritado a mi tío que quería un pegaso. Entramos a la tienda juntos, mi tío estaba en el mostrador, que raro.
- Ohayô, Ury-Sama- Saludé con una amplia sonrisa. Aun que no debería sonreirle, me estaba empezando a volver paranoico por su culpa, y no dejaba de preguntarle que cuando me llevaría a Japón, y su respuesta siempre era la misma: "Paciencia, Kisuke, no tardaremos mucho en ir" algún día deberíamos ir, no se atrevería a dejarme aquí todas las vacaciones... Ya había acabado incluso los deberes de vacaciones.
Noté que se fijaba en mi bolsa, sí, lo llevaba ahí si era lo que pensaba, y no me separaría de él ni un segundo, quería verlo cuando saliera del huevo.
- Ahí está la lista de animales, Ignatius, según me dijiste, preferías mirar antes de comprar uno en particular... O si quieres, te puedo acompañar por la tienda, para que busques uno que te guste, a mi tío no le importará, así puede atender a Alyss mientras.- Le propuse con una sonrisa.

Al entrar la tienda me sorprendió mucho más de lo que iba a creer. Siempre había sido un amante de los animales, aunque no hubiera tenido oportunidad de tener ninguno. Su compañía siempre era agradable, y la responsabilidad no sería problema para mí. Kisuke saludó a su tío, y después se ofreció para ayudarme. Era un gesto de agradecer, aún estaba desorientado y no sabía que escoger.

-Gracias, será de gran ayuda-le dije sonriendo.

Así que me dispuse a observar y escoger un animal. Me sorprendía la variedad de animales que habían en la tienda, y la belleza de todos ellos. Quizás animales como serpientes o acromántulas no fueran tan hermosos como otros, pero seguían siendo igual de sorprendentes. Pero especialmente me llamaron la atención unos pocos. El pegaso y el dragón, ponía que era un galés verde común.

-Perdona Kisuke, ¿pero hay más especies de dragones aquí?-le pregunté. No es que no me gustara aquel, pero prefería otros como el Opaleye de las Antípodas, o el Hocicorto Sueco. Sí, había leído mucho sobre ellos. Me fascinaban, eran tan bellos y espectaculares, tan majestuosos a la hora de volar, a veces feroces, eso sí, pero eso no quitaba el que siguieran siendo seres tan fantásticos.

Saludé al señor del mostrador en cuanto la campanilla de entrada hizo su tintineo. El hombre tenía rostro amable y agradable. Sonreí al ver la relación que tenía con Kisuke, evidentemente familiar. Se me hacía extraño ver ese tipo de tratos tan cercanos (no digo que los vea mal, todo lo contrario) por el hecho de que yo no había compartido eso con nadie mas que con mi padre y tampoco es que fuera especialmente cariñoso. El resto de mi familia me era desconocida y siempre que había preguntado por ellos, mi padre me había negado el tema.
- Perdone, me gustaría saber si tiene más razas de dragón a parte de las que pone en la lista - consulté sin mucho convencimiento.

Asentí ante el ofrecimiento de mi sobrino, seguramente lo dejase a cargo de la tienda algún día para ver como se las arreglaba. Bien, según era el pacto, yo me ocupaba de atender a la joven mientras él enseñaba los animales a su amigo. Y al parecer, esta no era una joven muy normal, dragones... Eran peligrosos para los estudiantes, pero la verdad, no estaba sorprendido, yo mismo tuve un hipogrifo en mis días de escuela, seguramente ahora estaría revoloteando en algún bosque de Japón, donde lo dejé la última vez que fui.

- Sí, acompáñeme por aquí, por favor.- Dije llevándola a la trastienda, caminamos hasta llegar a una zona donde el calor aumentó drásticamente, cogí una tabla con las especies de dragón.- A ver... Aquí tengo... Hocicorto sueco... Ridgeback Noruego... Bola de fuego Chino... Colacuerno Húngaro... Y algunos que aun no he logrado identificar la raza...

Acompañé al señor por varios pasillos de estanterías de madera vieja y no pude detener mi curiosidad por observar cada cosa que se hallaba allí, una más extraña que la otra. Plantas con caras de gatos, sapos multicolores, hadas de fuego en frascos de treinta centímetros... y el vendedor se detuvo ante una estantería de ligero tono más oscuro, cuyos estantes recubiertos con paja y estufas instaladas en la pared, mantenían el calor de los huevos.
Escuché al hombre hablar de sus especies, sin poder evitar sonreir y contemplar los ejemplares; también podía identificar cuales eran de una especie u otra, los desconocidos saltaron a la vista.
- Este es uno de ellos, no? - dije acercando mi mano a un huevo de colores tornasolados que cambiaba de color. Dudé en posar los dedos sobre la superficie, algo me decía que lo hiciera, pero aparté la mano y miré al hombre.- quiero este.

Lo medité unos segundos, no estaba muy seguro si habían más dragones, pero creía haber visto alguna vez huevos diferentes a los verdes. Decidí decirle la verdad, al fin y al cabo, ambos éramos mentes limpias, compañeros de inteligencia, Ravenclaws, podía confiar plenamente en él.

- Sí, bueno, eso creo, mi tío encarga a veces incluso razas en peligro de extinción, pero creo que dragones solo tiene los más famosos, ya sabes, hocicorto sueco, bola de fuego chino... ¿Te interesa un dragón?-Pregunté bastante interesado en el tema, nunca ubiera imaginado que Ignatius quisiera un dragón, era uno de los animales que más me apasionaban, junto al grifo, y pegaso.

- Sí, en efecto, ese es uno traído de... -Consulté la lista, pero no había ninguna imagen suya.- Curioso... Muy curioso, ese debió de haberme llegado hace mucho tiempo, quizás llegó en la caja de los primeros galeses verdes... Bueno, si es lo que desea, no puedo detenerla, pero por favor, cójalo usted misma, un dragón es un ser muy inteligente y tiene uso de la razón incluso antes de salir del huevo, lo mejor será que se acostumbre a ti lo antes posible.
Hice aparecer con la varita una bolsa de cuero con acolchado de lana en el interior y se la ofrecí a la joven.
- Un dragón necesita calor constante, será mejor lo lleves siempre aquí.- Dije echando una fugaz mirada al huevo, realmente no me sonaba haberlo visto en la tienda, ¿Desde cuando estaría ahí?

Me fijé en la bolsa que me tendió y esperé que me la sostuviera mientras me decidía a recoger el huevo.
Mi mente estaba enfrascada en la emoción por tener la criatura con la que siempre me había fascinado, con la que siempre había soñado compartir mi vida. Y si, puede que suene raro decir "compartir vida" pero para hablar de dragones, no había mejor definición.
- De acuerdo... vamos allá..- mordí mi labio inferior, agarrando mis manos un momento en señal de autocontrol y respiré hondo.- Confieso que nunca he tenido un dragón tan cerca...a menos que fueran ilustraciones de libros- reí con emoción mezclada con nervios, pero me obligué a quedar en silencio unos segundos antes que mis manos se posaran a los lados del huevo. Sentí una ráfaga de energía que me atravesó por dentro como un rayo que comenzó desde mis dedos hasta que se expandió en apenas un segundo tras el cual, respiré agitada con los ojos desorbitados.
- Q-qué...?... - sentí cómo mis cabellos volvían a cubrir mi espalda después de haberse elevado en ese instante anterior.
No...no puede ser.. este tipo de conexión..sólo es un mito pensé, queriendo descartar las sensaciones del pulso de la criatura que sostenía entre mis manos. Disimulé ante el vendedor, que parecía haberse distraído con unas criaturas que estaban algo revueltas, unas jaulas alejadas.
Había dejado el bolso en el suelo, así que me apresuré a elevar la temperatura de mis manos mientras metía al huevo dentro y dejaba el calor para conservarlo.
- Ya estoy, Señor Urahara! - anuncié con un tono un poco elevado por el chillido de los duendes rebeldes, acercándome con pasos silenciosos y con el bolso al hombro.

El ruido de unos duendes que tenía en una jaula algo pequeña me molestó bastante, y tuve que ir a calmarlos... El follón que podían causar tres simple duendecillos de Cornualles... La verdad, solo los tenía allí por que me gustaban sus colores y como hablaban, por que utilizadad cotidiana... Se podría decir que era casi imposible domarlos. Miré de nuevo a la joven cuando me advirtió. Silencié a los duendecillos dándoles algo de comida y me dirigí al mostrador, haciendo una seña a la chica para que me siguiera.
- A ver... Un huevo de dragón, son 1500 Sickles...- Murmuré mirando la lista con un fugaz vistazo.- Pero si traes contigo el bono de descuento, son 750 exactamente.- Dije mirando a la joven tras coger una pluma que tenía bajo el mostrador.- Espero que cuides bien de ese huevo, es único en esta tienda.

Bueno, parecía que esta tienda de animales era bastante especial. Ya de por sí es difícil encontrar un dragón en cualquier tienda normal, para que encima hayan especies en peligro de extinción, y que algunas estén a disposición del cliente. Para los amantes de los animales esto era prácticamente un chollo, y no sé ellos, pero yo tenía aquel bono de descuento que me daba aún más libertad para elegir.

-Bueno, en parte sí, es uno de mis animales favoritos. Pero los unicornios y los pegasos también me gustan bastante. Aunque supongo que cuidar de un huevo de dragón y ver como nacen, saliendo de él, no debe tener precio. Es una de las cosas que me fascinan, al igual que el que puedan volar, o echar fuego por sus fauces. Son animales realmente únicos y fascinantes.-terminé por decir, dejando claro lo que pensaba sobre ellos-Además, tengo la suerte de tener el descuento, eso me facilitará mucho la compra.

-Y tú, ¿que me recomiendas?-le pregunté a Kisuke para saber su opinión. Era una decision importante, y suponía que teniendo un tío así seguro que sabía bastante sobre el tema.

Medité las palabras de Ignatius, la verdad, a mi también me gustaba mucho los seres voladores, sobre todos los pegasos. Pero mi tío dijo que eran difíciles de crias, por que no se podían montar hasta pasados unos años, y eso seguro que era lo mejor.
- Bueno, también tienes que tener en cuenta que hay que tenerlo en Hogwarts, un unicronio sería fácil, puede criarse con el grupo de Hogwarts, un pegaso es algo menos común, y un huevo de dragón, es genial, por que lo puedes llevar en la bolsa y nadie lo notara, como hago con este que llevo.- Dije abriendo mi bolsa de cuero en la que tenía uno de grifo.- Pero al nacer, tendrás de que dejarlo en el bosque cuando te vayas a clases, y volver cada día, supongo que a mi me tocará lo mismo, o quizás en la terraza... Sí, en el tejado de Hogwarts, en una de las torres abandonadas se podrían criar bien, pero depende de ts preferencias.
Lo miré esperando su elcción.

Escuché detalladamente sus palabras. Parecía un experto tal que su tío y dominaba el tema. Luego me enseñó su huevo. Me asombró lo bello que podía llegar a ser. Y cuando imaginaba como sería al nacer tenía aún más ganas de tener uno. Parecía que al final el dragón iba a ser mi elección, a pesar de haber otras muchas posibles.

Después me comentó el tema de su crianza, sería bastante complicado pero siempre me las podría arreglar. Y respecto al lugar donde debería estar, lo mejor seguramente fuera que estará en el bosque, no me gustaría que una criatura como el dragón estuviera reprimida. Podría causar problemas, pero no mucha gente va ahí y no creo que saliera mucho.

-Pues la verdad es que preferiría que estuviera en el bosque. Por varios motivos. Primero, que poca gente pasa por ahí. Y segundo, que allí tendrá más espacio. No me gustaría que estuviera incómodo por tener poco espacio, y allí en el bosque tendrá casi todo el que quiera. Y ya tengo elegido que cogeré, un dragón, lo único que falta será escoger que huevo quiero.-le dije a Kisuke. Ardía en ansías en mi interior por tener un huevo en mis manos, me apasionaba la idea.

Sonreí a Ignatius al saber que escogería un dragón, perfecto, así podría hacer compañía a mi grifo cuando saliese del cascarón, lo guié hacia la zona de los dragones, allí el calor era un tanto agobiante, pero era necesario para los huevos. Miré a Ignatius parándome frente a un cartel, con la lista de especies.
- Según dice aquí, hay especies como el hocicocorto sueco, el bola de fuego chino, el galés verde común, el ridgeback noruego, el colacuerno húngaro...- Seguí mencionando las especias que habían, algunas estaban tachadas.- ¡Oh! y parece que el pedido de los dracolagartos tailandeses llegó hace poco, son como dragones normales, pero del tamaño de una iguana, o un lagarto grande... Y... Parece que también ha llegado ya el pedido de los buceadores japoneses, esta en especial, es una raza muy diferente, creo que son de los pocos dragones capaces de respirar bajo el agua tan bien como en la superficie...- Comenté volviéndome hacia Ignatius.
Eché una mirada a las estanterías, repletas de huevos de diferentes tamaños y colores, y un estanque de agua, en el que reposaban cuatro huevos completamente redondos, eran los buceadores chinos.

Le escuché atentamente. Toda información nueva recibida sobre los dragones era buena. Al parecer había una gran cantidad de especies, por lo que mi elección volvía a verse en la situación de tener que superar ese obstáculo, incómodo, no tanto a corto plazo, sino lo que puede conllevar a medio-largo plazo. Por lo que debía mantenerme firme y escoger rápido, algo no muy fácil para mi, ya que no era especialmente sagaz a la hora de decidirme por algo, porque valoraba siempre excesivamente las distintas opciones por mi afán de que todo resultara perfecto, llegando a hacerme un lío tremendo en mi cabeza. Me llamó especialmente la atención una raza que nombró, los buceadores japoneses. No había oído hablar mucho sobre ellos, y por lo que me dijo Kisuke, parecía una especie bastante interesante. Se suponía que era un dragón que, al igual que los anfibios, respiraba tanto en la superficie como en el agua, por lo que sería interesante ver como podía pasar de volar a meterse en el agua y viceversa, pudiendo completar un vuelo hermoso.

-Por cierto, ¿sabes más o menos si los buceadores japoneses tienen el mismo tamaño que los dragones normales?-le pregunté, intentando averiguar más sobre esa especie.

Aquellos tipos de dragones se adelantaron en mi lista de posibles elecciones. Lo del tamaño, aparte de por su crianza, lo decía porque una de las cosas que más me fascinaba de los dragones era su capacidad de, a pesar de su tamaño, moverse y volar de aquella forma tan fascinante. Y no me gustaría que mi dragón fuera menos.