No sería un buen día [ One-shot ]

Tom Riddle no era un muchacho común y corriente; desde su nacimiento hasta la forma en que se ataba los cordones era inusual. Pero a el no le incomodaba sentirse diferente a todos los que lo rodeaban, sino que buscaba acentuar esa diferencia. Tom Riddle era un mago, ni más ni menos.

Tenía alrededor de 8 años cuando descubrió que podía hacer que las cosas se movieran por si solas, que podía causar tormento a las personas que el odiaba. Pero no fue sino hasta la primera excursión del año a la que fue con los chicos del orfanatorio en el que vivía cuando descubrió que poseía una habilidad que lo hacía aún más inusual entre los magos, una habilidad presente solo en la estirpe mas oscura y tenebrosa del mundo mágico.

Tenía 11 años y se encontraba en un descampado en las afueras de Londres (el orfanatorio no se molestaba en llevar a los chicos a un lugar muy lejano), había decidido dar un paseo acompañado únicamente por una niña poco menor que él. Riddle no soportaba la compañía de gente tan risueña y estúpida como aquella niña y comenzaba a sentirse completamente molesto hasta el punto de contestar sus preguntas con monosílabos cargados de pura frialdad.
Habían caminado por una hora cuando un hombre desaliñado y evidentemente borracho se apareció de entre unos matorrales, embistiendo a Riddle y provocando que la niña saliera corriendo aterrorizada. El hombre ebrio quiso seguirla en la carrera pero se encontró con el pie de Riddle que lo hizo tropezar y caer. Incorporándose, le asestó una bofetada que lo hizo caer.

Nunca se había sentido tan furioso y aterrorizado y no iba a permitir que él fuera tratado así, pero sin embargo se le escapó por entre las comisuras de los labios un débil susurro que se podía interpretar como “ayuda”.
Cuando Riddle se incorporó, un terrible grito lo hizo darse vuelta. El hombre estaba siendo atacado por serpientes. Serpientes que se escurrían por dentro de sus pantalones, se metían por entre las mangas de su camisa desabrochada, le estrujaban el cuello, los brazos, las piernas y lo mordían; eran alrededor de 30. El ver como el hombre se desplomaba semimuerto le produjo una intensa oleada de placer, un sentimiento que no pudo compararse con la vez que hizo que el conejo de su compañera se ahorcase.

Pero entonces se le acercó una serpiente un tanto más grande que las otras y Riddle no supo porque esa serpiente no se estaba acercando para atacarlo sino para ¿comprobar que estaba bien? Se quedo observándola por unos segundos cuando susurró “- Gracias -”, a lo que la serpiente respondió con un siseo inaudible para cualquiera, pero Tom Riddle lo entendió perfectamente: sonaba más o menos como un “- Cuando quieras -”. Las demás serpientes dejaron de alimentarse del cadáver y se irguieron en estado de alerta cuando varias personas llegaron al lugar donde seguramente habían escuchado que provenían los gritos. Todos ahogaron un grito de terror cuando vieron la escena. Riddle miró el entonces decapitado cadáver y observó entre la muchedumbre a la chica que lo había acompañado y a su tutora del orfanatorio, ambas con expresión aterrorizada. Las serpientes se apresuraron a escabullirse cuando la luz de varias linternas dio de lleno en ellas. La más grande incluso desapareció aun más rápido que las demás.

La tutora tomo a Riddle por el brazo y él se dejo acompañar sin oposición hasta su campamento. Al llegar, le narró todo lo ocurrido a la tutora, obviando las partes en las que se entendía perfectamente con las serpientes y cuando finalizó ella se sentía completamente aliviada de saber que el estaba bien.
Al otro día al mediodía, se marcho con el permiso de su tutora, esta vez solo, hacia donde había estado la noche anterior. Llegó y lo primero que encontró fueron las manchas de sangre y varias clases de insectos (el cadáver había sido removido aparentemente). Decidió seguir explorando en busca de algo mas que probara lo que había ocurrido la noche anterior hasta que finalmente encontró un nido de serpientes y a un costado, una calavera. Pero lo mas extraño que vió fue como la mandíbula se abría para dejar salir una serpiente que comenzaba a enroscarse alrededor del cráneo descarnado.

Para él era una revelación ver esa imagen sobre el pasto verde pero lo que no sabía era que mas de 30 años después de aquel episodio todo el mundo mágico reconocería con horror una imagen semejante tatuada en el antebrazo izquierdo de algún mortífago o bien brillando en el cielo por sobre algún edificio cuyo contenido nadie querría descubrir.